Hace unos días me vi por casualidad con 2 amigas, Marta y María; luego de un rato de platicar banalidades, caímos en una historia mas profunda y me contaba Marta que en un viaje programado con la clase de historia en su primer año de universidad (antes de la existencia de celulares en Honduras) le sucedió lo siguiente: " Le había pedido a María que me acompañara a ese viaje ya que unos días antes había sufrido un esguince y me movilizaba con muletas. Salimos a las 6 am de casa y mis papás y hermano dormían por lo que no pudimos despedirnos; todo el recorrido por los museos y plazas de Comayagua fueron relativamente placenteros, pero regresaba cansada así que le pedí a María que se adelantara al bus para guardar un asiento en el que solo fuésemos nosotras. Me sorprendió y me molestó que cuando llegue al bus María se había sentado junto a un muchacho, le pedí que nos moviéramos a un asiento del otro lado del bus que me parecía mas confortable y el que estaba vacío, ella me dijo que no, que allí nos quedaramos. De mala gana accedí y me senté entre el joven (que iba en la ventana) y mi hermana. Después de un rato de venir en silencio empecé a tratar de iniciar conversación con aquel muchacho y me llamó la atención que durante todo ese tiempo, a la ida y durante el recorrido en Comayagua, no lo había visto. Como para seguir clichés inicié con temas como el clima, el paisaje, etc, pero me llamaba la atención que sus respuestas eran lo mas simples posibles; "si, no, tal vez, aja" y que no dejó de ver hacia la calle, nunca le vi la cara; cuando íbamos llegando a Zambrano le dije que gracias a Dios ese viaje tan cansado ya iba a terminar, que como habíamos salido a las 3 pm y por la hora que era seguro llegaríamos antes de las 5 pm a Tegucigalpa; el solo me respondió con un contundente NO, yo quise insistirle y le decía que porque si ya íbamos por Zambrano, pero el solo me dijo que NO, allí dejé de conversar.
Unos kilómetros mas adelante, cuando bajábamos de Bosques de Zambrano al valle de Amarateca, el conductor del bus volvió su mirada hacia atrás y le pidió al del primer asiento que tomara a su hijo quien le acompañaba y lo llevara para atrás, luego se dirigió al resto y viéndonos a través del retrovisor nos comunicó que iba sin frenos.
Los segundos siguientes me parecieron eternos, el conductor empezó a chocar el bus contra el paredón, el ruido que se provocaba fue ensordecedor y mi acompañante me tomó de la cadera y me sujetó fuertemente, al final de unos segundos el bus se detuvo; buena parte de la otra fila estaba dañada pero el asiento donde yo había propuesto sentarnos estaba totalmente destruido.
Después de bajarnos y agradecer que ningún pasajero estuviese lesionado empecé a buscar a mi compañero de asiento; a medida transitaba entre todos y no lo encontraba empecé a preocuparme y aunque lo describí a varios (alto, pelo colocho claro, tez blanca y con una camiseta color piel) nadie parecía recordarlo, inclusive unas amigas sentadas atrás nuestro me dijeron que aunque íbamos en asiento para 3 solo nos sentamos María y yo, nadie nos acompañaba.
Mi sorpresa fue mayor aún cuando por fin llegamos a casa y mi papá nos contó que ese día se había despertado unos minutos después de nuestra partida ya que había soñado que María y yo moríamos en un accidente, entre preocupado y proactivo, se puso a orar y le pidió a Dios que no nos pasara nada, que enviara un ángel guardián a protegernos..."
En fin, les comparto porque es una historia que al menos a mi me hizo recordar la bondad de Dios y la presencia de los ángeles en nuestra vida.
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